sábado, 24 de septiembre de 2011

Los Borgia

Los Borgia (originalmente Borja) fueron una familia valenciana establecida en Játiva, reino de Valencia, y posteriormente en Gandía, procedente de Borja, Aragón,   muy influyente durante el Renacimiento. Su nombre original fue Borja (['bɔɾ·ʒa]), siendo un apellido aragonés, procedente de su localidad de origen, pero su grafía fue italianizada, siendo más conocidos como Borgia.

Han pasado a la historia cómo una familia cruel y deseosa de poder, además de salir de situaciones que parecían perdidas. Juan, Rodrigo, Lucrecia o César Borgia son algunos de sus miembros más conocidos.
Con la llegada al trono papal de Rodrigo, bajo el nombre de Alejandro VI, en 1492, empezaron las intrigas y disputas entre los pequeños estados en los que estaba dividido el territorio hoy en día conocido cómo Italia. Los Sforza, los Orsini o los Farnese fueron, a la par que aliados, enemigos de los Borgia. Se dice que el Papa Alejandro VI tuvo la idea de aumentar los Estados Pontificios a gran parte del territorio italiano y pasando a su dinastía los derechos -tanto los territorios cómo la jefatura de la Iglesia Católica-, aunque es tan sólo una hipótesis.
Tras la muerte de Alejandro VI (1503), probablemente envenenado por su sucesor Pío III, su hijo César -personaje en el que se inspiró Maquiavelo para escribir El príncipe- huyó a Viana (Navarra) y murió combatiendo junto a su cuñado, el rey navarro Juan III de Albret. Mientras, su hermana Lucrecia continuó la labor de mecenas de su padre en Ferrara.


Rodrigo  Borgia


César  Borgia


Lucrecia Borgia

La actividad de mecenazgo de los Borgia fue muy importante y alcanzó a artistas tan famosos como Miguel Ángel, Tiziano o el Bosco, que fueron protegidos en algún momento de su vida artística por los Borgia. A esta protección debemos algunas de sus obras más conocidas. El mecenazgo más importante que realizaron los Borgia, fue, el del pintor, inventor, y cientifico Leonardo da Vinci, el cual diseñó numerosas maquinas de guerra para el ejército papal de la pu~eta.


Máximos exponentes

  • Calixto III, papa.
  • Alejandro VI, papa.
  • César Borgia, duque de Valentino, cardenal y confaloniero del ejercito papal.
  • Francisco de Borja, santo.
  • Carlos Hugo de Borbón Parma, pretendiente carlista al trono de España.

Leonardo Da Vinci:

En 1502 Leonardo entra al servicio de César Borgia, duque de Romaña, hijo del papa Alejandro VI. En su calidad de arquitecto e ingeniero mayor del duque, Leonardo supervisa las obras en las fortalezas de los territorios papales del centro de Italia.


La Gioconda pintada en 1502
 
 
 


jueves, 22 de septiembre de 2011

Eduardo VII: Hijo de Enrique VIII





Nació el 12 de octubre de 1537, en Hampton Court. Su padre, Enrique VIII, ansiaba su nacimiento desde muchos años atrás, para dejar a Inglaterra un sucesor. Había tenido dos hijas, de sus dos matrimonios anteriores, María, hija de Catalina de Aragón, de la cual se separó, rompiendo los lazos con el papado, que impedían su divorcio, e Isabel, hija de Ana Bolena, contra la cual descargó toda su furia, luego de que la pobre mujer abortara a un hijo varón, luego de tres frustraciones anteriores, acusándola de adulterio y ordenando su ejecución. Finalmente, tras contraer enlace con Jane Seymour, su sueño se vio cumplido con el nacimiento del tan esperado Eduardo, único reconocido como hijo legítimo. El 24 de octubre de 1537, el pequeño futuro rey de Inglaterra quedaba huérfano, al morir su madre como consecuencia de intensas fiebres derivadas del parto. Casi diez años después era designado duque de Cornualles (25 de febrero de 1547).
Fue educado con el mayor esmero, aprendiendo latín, griego y alemán, aunque su padre, temiendo por su vida, ya crecía muy débil y frágil, intentó tener más hijos varones, pero a pesar de contraer enlace tres veces más, falló en el intento. Su última esposa, lo reconcilió con sus hijas mayores, que fueron aceptadas en la sucesión, en grado posterior a Eduardo.
Aún no había cumplido Eduardo los 10 años, cuando el rey Enrique VIII falleció, el 28 de enero de 1547, asumiendo el cargo, el niño, con la ayuda de un Consejo de Regencia de 16 miembros nombrados por su padre. Cranmer, arzobispo de Canterbury, coronó al nuevo rey en la abadía de Westminster. El propio Eduardo elevó el número de consejeros a 26, y uno de ellos, el duque de Somerset, Eduardo Seymour, que era su tío, hermano de su madre, tuvo un rol destacado, como Lord Protector, ejerciendo de hecho el gobierno del estado. Para fines de ese mismo año, Eduardo Seymour invadió Escocia, tomando la ciudad de Haddington, alegando el no cumplimiento de los tratados de Greenwich de 1543, por los cuales María Estuardo de Escocia, debía casarse con Eduardo de Inglaterra en 1552, para unir ambos tronos en sus herederos. En 1548, la reina María I de Escocia, de solo cinco años se comprometió en matrimonio con el heredero al trono francés Francisco, lo que frustró las aspiraciones del duque inglés, al estar las tropas francesas custodiando Escocia.
El peligro francés y la caótica situación económica alentaron a la nobleza, dirigida por Thomas Seymour, a tratar de derribar del poder a su hermano, el lord Protector. Desbaratado el intento, Thomas Seymour pagó con su vida la osadía. Sin embargo, poco después ante la declaración de guerra por parte de Francia, Eduardo Seymour, fue reemplazado, por el conde de Warwick, John Dudley, que no fue nombrado como Lord Protector, sino que fue designado duque de Northumberland, logrando arribar a una paz con Francia.
Durante el reinado de Enrique VIII, Inglaterra se había separado de la autoridad del Papa, creando su propia iglesia, con motivo de no haber conseguido la anuencia papal, cuando el rey intentó anular su casamiento con Catalina de Aragón para casarse con Ana Bolena. Pero la clara adopción del protestantismo se produjo en esta etapa, donde comenzó una persecución a los católicos, y a los protestantes no anglicanos, y se eliminaron las imágenes de las iglesias. Los contenidos de esta nueva religión, próxima al calvinismo, fue incorporada en un libro publicado en el año 1549 llamado “Common Pryer Book”. Eduardo, además, realizó una amplia obra de caridad, creando orfanatos y hospitales.
A pesar de su juventud la salud de Eduardo VI era muy delicada, enfermándose de tuberculosis en 1550, como consecuencia de haber padecido antes sarampión y viruela, y había que pensar en su sucesión, que debía ser decididamente protestante, por lo que había que excluir del trono a las hermanas ilegítimas del rey María e Isabel cuyos derechos sucesorios el rey Enrique VIII había restablecido al final de su vida.
Fue sucedido al morir, el 6 de julio de 1553, por su hermana mayor, María, a pesar de que la idea de la corte, y del propio rey antes de morir, era que asumiera Juana Grey, su prima, hija de Francis Brandon, a su vez hija de María Tudor, hermana de Enrique VIII; quien retuvo la corona solo 9 días, cuando María, el 19 de julio, logró apoyo de la población, que en su mayoría continuaba siendo católica. Sin embargo en su sangriento reinado, debió luchar contra la oposición de los nobles y burgueses anglicanos. Su primera medida fue detener a Juana, que murió ejecutada el 12 de febrero de 1554

Enrique VIII Un sádico más?

 Es bastante conocida por todos en general la historia de Enrique VIII y sus seis esposas, a lo largo de 500 años se han intentado las más variadas explicaciones para este real pero extraño comportamiento, siendo mayormente aceptada aquella de la búsqueda incesante del tan ansiado heredero varón.




Esta versión sería aceptable solo en lo que concierne a sus dos primeras mujeres, más con la tercera de ellas se ven satisfechos sus deseos de perpetuación dinástica a través del futuro Eduardo VI.
Analicemos desde una perspectiva diferente a Enrique en su relación con éstas reinas:


Enrique y Catalina de Aragón.
Esta princesa, hija de los Reyes Católicos casó en primeras nupcias con el hermano mayor de Enrique, Arturo Príncipe de Gales. Al fallecer este, se pide la dispensa papal aduciendo que Arturo no había llegado a consumar el matrimonio, cosa por demás falsa. Enrique logra su propósito, se une en matrimonio a la princesa española.




Los primeros años de la pareja son de felicidad, más Catalina luego de una serie de abortos y niños muertos en tempranísima edad, solo logra dar como heredera a Inglaterra a una niña, la princesa María.
Enrique comienza el desfile de amantes, cosa que no sería extraño para los cánones de la época, la particularidad era que éstas infidelidades las llevaba a cabo sin ningún respeto por la reina, no tenía reparo en protagonizar efusivas escenas amorosas en presencia nada menos de aquella que había nacido como Infanta de Aragón y Castilla.
Así llega a la vida de Enrique, Ana Bolena "El Cuervo Negro", por temor a posibles represalias del sobrino de Catalina, el Emperador Carlos V, la reina no fue pasada por el verdugo; hubiera podido Enrique enviarla de vuelta a su natal España, gratuitos fueron su crueldad y sadismo hacia ella, la mantuvo cautiva en el castillo de Kimbolton hasta el día de su muerte.

Enrique y Ana Bolena.
Decidida la ruptura con la Iglesia de Roma, Enrique VIII logra casarse con Ana Bolena, mujer astuta y ladina que no logra darle un hijo varón.




Enrique se cansa rápidamente de su nueva reina, había llegado a un punto que su conducta no mostraba ningún respeto por las elementales normas de la corrección y la ética. Acusa a Ana de las infidelidades más aberrantes las que llegaban inclusive al incesto.
No le ahorró la vida a la mujer que le había dado una hermosa hija, la princesa Isabel, hubiera podido mantenerla prisionera en un monasterio o enviarla al exilio, pero una vez más mostró su lado oscuro de puro sadismo, Ana fue condenada a la decapitación.


Enrique y Jane Seymour.
No deja pasar nuestro alegre viudo más que pocos días y se casa por tercera vez con Jane Seymour, era esta de carácter tan sumiso y sombrío que no hubo manera de que despertara el sadismo de Enrique VIII, sin mencionar que quizás no le dio el tiempo para ello, murió pasado poco más de un año de su ascenso al trono de Inglaterra, luego de haber traído al mundo al futuro Eduardo VI.



Enrique y Ana de Cleves.
Observaba Enrique que su hijo no era un niño sano, así decide buscar una nueva esposa girando su atención hacia alguna que perteneciera a una raza fuerte que le diera muchos herederos





Su elección cayó sobre una princesa protestante, pensaba así contar con un posible aliado en caso que los conflictos con el papa se agravasen.
La nueva reina no agradó físicamente al soberano, dicho sea de paso, él se había convertido en un ser obeso con llagas purulentas en las piernas que emitían un olor nauseabundo, no habría tenido mucho derecho de exigir una belleza por esposa.
La pobre alemana sufrió toda serie de vejaciones provenientes nuevamente de la faceta sádica de este innoble soberano del buen pueblo inglés; más fue inteligente, no se opuso a declarar todo aquello que se le solicitó, quería solo regresar a la corte de su hermano el Duque de Cleves con la cabeza sobre los hombros... ; no se le permitió hacerlo, vivió hasta el último de sus días en calidad de prisionera en un castillo inglés.


Enrique y Catalina Howard.
Bordeaba los 50 años nuestro Enrique y puso sus ojos en una prima de su segunda esposa, una fogosa muchachita de menos de 20 años de edad. A estas alturas de su vida, el rey emulaba de la manera más convincente posible al "Barba Azul" de Perrault, se hastió en menos de dos años de su joven esposa.




Como en el caso de Ana Bolena, Catalina fue enjuiciada presenciando Enrique escondido detrás de una cortina los pormenores de las acusaciones, al parecer esto halagaba su conocido lado sádico. Catalina pierde la cabeza en 1542.

Enrique y Catalina Parr.
Como era su costumbre se consoló pronto, casa un año después con Catalina Parr, parecería que Enrique se encontraba demasiado doliente de sus enfermedades para maquinar algún nuevo sadismo para su flamante sexta esposa, este matrimonio duró 4 años. Sí, Catalina sobrevivió a su cruel marido.





Enrique VIII Tudor, Rey de Inglaterra, descendiente por rama materna de los Plantagenet muere en 1547, se dice que sufría de sífilis que le habría causado úlceras en todo el cuerpo que le producían atroces sufrimientos. Sería que desde el más allá, Catalina de Aragón, Ana Bolena, Jane Seymour y Catalina Howard, las cuatro esposas que fallecieron antes de él, se vengaban del sádico al que estuvieron unidas en sagrado matrimonio?



Isabel I



(Greenwich, actual Reino Unido, 1533-Reina de Gran Bretaña e Irlanda (1558-1603). Hija de Enrique VIII y Ana Bolena, vivió desde niña las intrigas políticas y religiosas de las distintas facciones de pretendientes al trono. Tras la ejecución de su madre en 1536, el Parlamento la declaró ilegítima, pero le restableció sus derechos a la Corona ocho años más tarde, durante el reinado de su hermanastro Eduardo VI. A la muerte de Eduardo subió al trono María Tudor, hija de Enrique VIII y Catalina de Aragón, e Isabel fue encarcelada como parte de la campaña desatada contra los protestantes. Tales vicisitudes, con las consiguientes graves y constantes amenazas para su vida, forjaron su personalidad, cuyos rasgos más destacados fueron la inteligencia, la prudencia, la desconfianza y el alto sentido de la autoridad que encarnaba. Al suceder a María I (a tenor del orden sucesorio establecido por el Parlamento en 1544), se rodeó de consejeros capaces, como Cecil, cuyo ministerio dominó gran parte de su reinado, conocido como la «época isabelina». Rechazó la oferta de matrimonio de Felipe II de España, y permanecería soltera durante toda su vida, lo que le valió sobrenombres como «la reina virgen», en absoluto justificados dadas las prolongadas relaciones que mantuvo con diversos amantes, en especial con los condes de Leicester y de Essex. Mientras la legitimidad de su coronación era cuestionada por los católicos escoceses, encabezados por los Estuardo, y la sucesión quedaba en suspenso ante la falta de herederos de Isabel, restableció el anglicanismo como religión de Estado. Lo hizo sobre las bases del Acta de Supremacía, dictada en s momento por Enrique VIII, que completó con el Acta de uniformidad de 1559 y los Treinta y nueve artículos de 1563. Establecido el cuerpo jurídico del orden religioso de su reino, emprendió la persecución tanto de católicos como de calvinistas. Así mismo, para conjurar el peligro que representaban los católicos escoceses, apoyó, por el tratado de Edimburgo de 1560, al Partido Protestante de Escocia, cuya victoria, ocho años más tarde, conllevó la abdicación de María Estuardo, quien buscó refugio al lado de Isabel. También, a pesar del tratado de paz firmado con Francia, apoyó bajo cuerda a los hugonotes y a los protestantes de los Países Bajos enfrentados a Felipe II de España. Preocupada por la hegemonía española en la colonización de América, ignoró el tratado de Tordesillas y autorizó la fundación de la colonia inglesa de Virginia. La tensión entre Inglaterra y España alcanzó su punto culminante en 1587, cuando las dos potencias se declararon la guerra. Ese mismo año, Isabel, no sin reparos, hizo ejecutar a María Estuardo, ante el temor de que sus derechos sucesorios alentaran una conspiración católica. El triunfo de la flota inglesa sobre la Armada Invencible enviada por Felipe II al año siguiente dio a Inglaterra la supremacía marítima. Gracias a esta nueva circunstancia pudo afrontar la difícil situación de Irlanda, sanear las finanzas del reino, impulsar cierto desarrollo industrial y atender con leyes especiales las necesidades de los campesinos pobres. Durante su reinado, Inglaterra experimentó un notable renacimiento cultural y artístico, cuyos mejores exponentes fueron la proliferación de teatros populares y el altísimo nivel de la producción dramática. Así, en 1576 se construyó el primer teatro público de Londres, al tiempo que se daban a conocer autores de la talla de John Lyly, dramaturgo titular de la corte, Christopher Marlowe, Ben Johnson y William Shakespeare2254. En los últimos años de su reinado, Isabel fue perdiendo influencia en el Parlamento, principal fundamento de su autoridad desde que subiera al trono, merced a los avances de los calvinistas, favorecidos por la relajación de la Iglesia Anglicana

María Tudor: Un reinado Sangriento.


Quizás la fatalidad que marcó desde un comienzo la vida de María Tudor fuera uno de los principales motivos que dieran origen a su cruel personalidad, que quedó demostrada durante el breve lapso que duró su reinado en el que trescientos infieles a la fé católica perdieron la vida en la hoguera.
María I pasó a la historia no sólo por ocupar el trono de Inglaterra, sino sobre todo por haber sido la llamada María la sangrienta, nombre que en inglés es Bloody Mary, el mismo que se utiliza para el famoso cóctel inspirado en su apodo.


En realidad, distintos hechos inesperados hicieron que María Tudor llegara al trono de Inglaterra, ya que lo cierto es que no estaba previsto que ello sucediera, pero el tiempo demostraría que los hombres no pueden torcer el destino.
María nació el 18 de febrero de 1516, siendo su padre Enrique VIII y su madre Catalina de Aragón, hija de los Reyes Católicos y la primera de las seis esposas de Enrique. En este contexto, María tuvo una primera infancia realmente feliz, con una educación profundamente católica y con los preparativos obvios para algún día convertirse en reina.
Sin embargo, en 1533 la golpeó fuertemente una crisis, que ponía fin al matrimonio de sus padres y a sus creencias y principios, ya que Enrique VIII decidió separarse de Catalina de Aragón, abandonar la fe católica para convertirse en protestante, y luego casarse con su segunda esposa, Ana Bolena, con quien tendría a Isabel I.
De esta forma, María pasó de ser la Princesa de Gales, ya que debió renunciar a su título, y se convirtió en la bastarda oficial, que comenzaba a ser repudiada por la Corte. Por otra parte, en 1534 el Parlamento inglés sancionó una nueva ley que despojó a María de la sucesión de la fortuna real, quedando todo para la princesa Isabel.
Durante ese periodo, María encontró el alivio en el cariño de su madre y en la fé católica, convirtiéndoselo en una defensora a ultranza de la doctrina religiosa y repudiando a los protestantes que avanzaban sobre Inglaterra.
El odio se fue cosechando en su alma, y seguramente en más de una oportunidad reflexionó acerca de las posibles venganzas que podía ejecutar contra su padre, la Corte y los protestantes en general.
Finalmente, cuando Enrique contrajo matrimonio con Jane Seymour, su tercera esposa, ella logró que padre e hija se reconciliaran después de muchos esfuerzos, y a partir de allí María volvió a ser incluida dentro de la familia real.
De todas maneras, María sabía que no podía aspirar al trono, ya que su joven medio hermano Eduardo VI sería quien heredara el poder luego del fallecimiento de su padre, el cual se produjo en 1547.
Sin embargo, el nuevo monarca moriría en 1553, con tan solo dieciséis años, no sin antes proclamar el protestantismo como religión oficial del país, por lo que los protestantes generaron los movimientos necesarios para impedir que María I le sucediera al trono.
Apenas murió Eduardo, fue proclamada reina Jane Grey, una prima de María a través de una serie de movimientos con escaso fundamento, por lo que nueve días después el trono era ocupado por la verdadera heredera: María Tudor.
El objetivo primordial de la nueva reina era realmente claro, ya que se había propuesto terminar con el protestantismo y restaurar el catolicismo en Gran Bretaña, por lo que su mandato se convirtió en uno de los más sangrientos, siendo el primer ejecutado el conde de Northumberland, uno de los ideólogos de la conspiración contra María I.
A este le siguieron una importante cantidad de partidarios de la iglesia protestante, entre los que se encontraban el Duque de Suffolk, su prima Jane Grey, el obispo de Gloucester, el arzobispo de Canterbury, entre otros. Fueron un total de trescientos infieles que murieron en la hoguera, de acuerdo a las cifras oficiales.
Mientras tanto, María conoció al hombre de su vida, Felipe II, hijo del emperador español Carlos V, con quien contrajo matrimonio dando lugar de esta manera a la alianza entre España e Inglaterra en su guerra contra Francia.
A partir de ese momento, el principal objetivo de María fue tener un hijo varón con el cual poder desplazar a su hermanastra protestante Isabel del primer puesto en la línea de sucesión al trono de Inglaterra.
No obstante, el destino volvió a jugarle una nueva mala pasada, ya que aquel esperado hijo jamás llegó. La desdichada María creyó estar embarazada en dos oportunidades, incluso lucía un abultado vientre, pero nada salía de él. Los rumores señalaban que María sufría de embarazos psicológicos, hidropesía e incluso tumores en los ovarios.
El odio acumulado por el fracaso de sus intentos por quedar embarazada, sumado al desinterés que comenzó a demostrarle su marido Felipe II, hicieron que María decidieran dedicarse a una de sus actividades favoritas, la de perseguir protestantes, dando lugar a más muertes y haciéndole ganar el mote de Bloody Mary.
Finalmente, el 17 de noviembre de 1558, María I que no sólo fue reina de Inglaterra, sino que además lo había sido también de España, murió a los cuarenta y dos años, siendo sucedida por Isabel I, quien inmediatamente devolvió Inglaterra al protestantismo.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Los celos mortales de los Borgia

Para  iniciar el tema  de  los  Borja...con su italianizado apellido...ahora  Borgia...hago  esta  entrada,  no  sin antes  prometer  terminar  con las  dos  hijas y el único hijo varón  de Enrique  VIII y una  entrada  más sobre  el sadismo de el propio Enrique en  el tema  que  atañe  por supuesto a la legendaria dinastía  Tudor.
Aquí les  dejo los  celos  de  los Borgia¡

   La supuesta santidad de los Papas, tiene su más importante detractor en Alejandro VI, personaje abyecto y depravado que fue Jefe de la Iglesia Católica por 10 años.





El linaje de los Borgia tiene sus orígenes en Cataluña, habiendo italianizado el apellido que anteriormente era Borja.
Rodrigo de Borja es llamado a Roma por su tío carnal, el Papa Calixto III, quien lo nombra Cardenal con solo 25 años de edad.
Protagonista durante décadas de intrigas y maquinaciones, es elegido como Sumo Pontífice en el año de 1492; ya para la fecha contaba con extensa prole habida en diferentes amantes.
La más importante de ellas fue Giovanna Cattanei, de nobleza media pero de gran fortuna, en ella tuvo a sus hijos más importantes y queridos: Juan, César, Lucrecia y Godofredo; más Alejandro VI, tenía un preferido entre los preferidos y éste era Juan.
Juan Borgia quien había contraído nupcias en el mismo año en que su padre era ungido Papa, con la linajuda María Enríquez de Luna.




Hombre relativamente moderado, no fue un títere más en las manos de su padre, quien prefirió utilizar para sus ardides la maldad innata de César y la belleza de Lucrecia a fin de obtener sus maléficos propósitos.
Esta predilección paterna fue la que inspiró las celos de su hermano César; Juan había sido elegido por su padre Capitán General de la Iglesia y Gonfaloniero, elección del todo injusta a los ojos de César, conciente que él había ayudado mucho más a su padre y por lo tanto era quien se merecía estos importantes cargos.
 En la noche del 14 de Junio de 1497, retirándose de la casa de su madre luego de una cena, fue acuchillado y su cuerpo botado al río Tíber, en su bolsillo fueron encontrados 30 ducados de oro, que permite excluir la hipótesis de un robo. Hipótesis más creíbles son las que se manejaron dentro del seno familiar:
Los celos de César por las preferencias de su padre y su hermana Lucrecia hacia Juan?
Los celos de Godofredo por una posible relación de Juan con su esposa Sancha?
Lo cierto es que para Juan Borgia, éstos celos resultaron mortales.













sábado, 10 de septiembre de 2011

La Sexta Esposa de Enrique VIII: Catalina Parr



Catalina Parr (1512-1548)
 Tras la anulación de su matrimonio con Catalina Howard y, a los fines de asegurarse, decapitada su ex esposa, Enrique tuvo intención de casarse nuevamente. En este sentido, depositó su interés sobre una bella treinteañera, dos veces viuda, quien sería su tercera Catalina, pues se llamaba Catalina Parr.
Catalina Parr era hija de una dama de honor de la primera Catalina (a la que debía su nombre). Además, resultaba ser la mejor de las esposas, quizá porque el monarca ya no tenía sus bríos juveniles y necesitaba más una nodriza que una amante. En este sentido, a los fines de buscar la gratitud del rey, utilizó su experiencia en atender ancianos. Este conocimiento lo obtuvo de sus anteriores matrimonios que le habían impuesto, dejándola viuda en plena juventud.  Ella lo cuidó en su vejez, soportó sus achaques y fue su paciente enfermera.

Además, logró reconciliarlo con sus hijas, luego de más de diez años de distanciamiento. A su vez, consiguió que ante el Parlamento las reconociera como legítimas a Isabel y María –hasta entonces consideradas bastardas–. Catalina se convirtió en una verdadera madre para Isabel y el príncipe Eduardo. El reconocimiento de legitimidad colocaba a María e Isabel como herederas respectivamente del trono tras el príncipe Eduardo.
La amistad de María y Catalina Parr se había forjado antes del casamiento con el rey, su padre. A causa de esta temprana amistad, María no sólo aprobó este casamiento (así como había desaprobado el anterior) sino que acompañó a los novios en una gira por el sur de Inglaterra. En la boda, fue una de las damas de honor y participante de los festejos y luego, compañera inseparable de la nueva reina.


Incluso esta amistad podía considerarse
Catalina hizo aumentar la renta de María y además le proporcionaba todo tipo de regalos, sobre todo joyas y ropas suntuosas que resultaban sus predilectas. Por el contrario, su hermana Isabel, como su hermanito, era luterana y sus rígidos principios le hacían desdeñar el lujo. Juzgaba pecador el comportamiento de las dos amigas, que gustaban de concurrir a fiestas y a bailes a los que ella rehusaba asistir, considerándolos ‘orgías”. Esta concepción aséptica se refleja en la carta que Eduardo, que por entonces tenía ocho años, le escribe a la reina Catalina: expresa que él tendría que proteger a su hermana María, que por causa de esas fiestas, las suntuosas vestimentas y joyas “se estaba dejando de comportar como una buena cristiana”.
Estas expresiones del príncipe Eduardo deben matizarse y ser analizadas bajo la luz de las concepciones de la época. Si bien es cierto que el rey Enrique, a causa de su gota, no solía concurrir a esas fiestas palaciegas y, si lo hacía, no podía bailar, éstas distaban mucho de ser las reuniones orgiásticas que tanto atemorizaban al pequeño príncipe y a su hermana Isabel.

En todo caso, el hecho de que ambas eran muy jóvenes explicaría su necesidad de concurrir, sociabilizar con los cortesanos letrados o solamente divertirse. Para los luteranos este tipo de conducta se concebía como licenciosa o apartada de lo tolerable. Quizá Isabel exageraba su luteranismo, por sentirse relegada en la consideración cortesana, pues mientras a María la llamaban princesa, a ella sólo la denominaban Lady (quizá por el recuerdo de que su madre había sido juzgada como una prostituta).

Hacia fines de 1546 el estado de salud del Rey empeoraba, a pesar de los cuidados de su esposa, en enero de 1547 fallece. Se estima que María lo acompañó en su agonía, antes del suspiro final, su padre le había llegado a decir que moría triste por no haberla casado, y le había pedido que protegiera al pequeño Eduardo de las amenazas del Vaticano. Pero esto último no puede ser cierto, pues bien sabía Enrique cuán firmes eran las convicciones católicas de su hija y, en caso de solicitar tal cosa, lo hubiera hecho a su esposa Catalina, que era luterana.
De esta manera, Catalina Parr, se convirtió en la única reina que sobrevive a los caprichos del rey Enrique VIII. Luego de su muerte, totalmente libre, no tardó en casarse con Eduardo Seymour, tío del rey Eduardo, nuevo monarca que había sido entronizado a la temprana edad de los nueve años.
Así, con esta escena de paz y concordia, termina la tempestuosa existencia de Enrique VIII y el relato de las vidas de las seis reinas consortes de este Barba Azul.



Musica de la  época de  Catalina  Parr