viernes, 22 de julio de 2011

La Tercera Esposa de Enrique VIII: Juana Seymour


Juana Seymour (1509-1537): Enrique VIII buscó a su nueva esposa dentro de las damas que formaban la corte de honor de sus reinas. Esta vez eligió a Juana Seymour, que se destacaba por ser simpática y bondadosa más allá de su belleza, había sido dama de honor de Ana Bolena y, anteriormente de Catalina de Aragón.




Se estima que antes de la muerte de la reina Ana Bolena en el cadalso, Juana y Enrique eran amantes. Más allá de la probabilidad de este rumor, antes de que transcurrieran dos semanas de ese ajusticiamiento, la pareja se casó en el palacio de Hampton Court, la hermosa e imponente residencia que el canciller Wolsey había regalado al rey para reconquistar su favor. Incluso, se asegura que Juana Seymour fue la única mujer de la que Enrique estuvo verdaderamente enamorado y aquella ante cuya muerte pareció demostrar un pesar verdaderamente profundo.

El palacio de Hampton Court, de estilo Tudor, se hallaba situado en el hermoso valle del río Lug, afluente del Támesis por el que se podía ir navegando hasta Londres. Los reyes Enrique y Juana se instalaron allí donde habían efectuado su boda. Así pasarían sus días, recorriendo los extensísimos jardines o el laberinto vegetal (que hasta hoy se conserva) con las hijas del rey. O incluso, disfrutando las partidas de tenis jugadas en esa residencia, la cancha de tenis más antigua del mundo.

Se estima que también estaban acompañados por las princesas María e Isabel, pues la reina había logrado que volvieran a formar parte de la corte, y las trataba de Lady, como para borrar la designación de bastardas con que se las conocía por culpa de su propio padre. Trataba a ambas jóvenes no sólo como damas nobles, sino que tuvo para con ellas una relación amistosa y a veces casi maternal, acercándolas al soberano del que hacía casi diez años que se hallaban distanciadas. Sobre todo, se entendió muy bien con María, que era católica como ella y mantenía casi siempre junto a sí en la corte, cosa extraña en el trato entre una reina y una hijastra, más aún, considerada bastarda.

Era manifiesto el descontento de Enrique VIII ante la identidad religiosa de su esposa como de su hija, hecho que soportaba por estar enamorado de la primera y reconciliado con la segunda.
La relación de la reina con la hija superaría cualquier hecho adverso. Así, cuando la reina quedó embarazada, María fue enviada al palacio de Hudson, pero ambas se mantenían unidas por medio de frecuentes cartas y el envío de regalos por ambas partes. Juana enviaba a María, que gustaba del lujo, joyas y presentes de valor además de rosas de los jardines reales, y la joven le correspondía enviándole, entre otros presentes, frescos pepinos y frutos.
Juana dio a luz el 12 de octubre de 1537, en su suntuoso dormitorio de Hampton Court, a un hijo al que se llamó Eduardo, obteniendo el ansiado heredero y colmando de júbilo a Enrique. Sin embargo, la felicidad duraría poco. Apenas doce días después, la reina Juana fallecía producto de una fiebre puerperal (lo que era muy común en la época). No obstante, algunos suponen que fue envenenada por los miembros del clan enemigo de su encumbrada casa, de la que en pocos años casi nada quedaría.
La princesa María, muy apenada por su muerte, presidió el cortejo mortuorio, a pedido del rey que se hallaba invadido por profunda tristeza, y lo hizo toda enlutada y montada en un negro corcel.
Su hijo llegó a ser rey de Inglaterra y de Irlanda a la edad de nueve años, con el nombre de Eduardo VI. Fue bien recibido por el pueblo por ser “hijo de la simpática Juana”. No obstante, su reinado fue nominal por ser débil y enfermizo. El ejercicio del poder estaría a cargo del regente, su ambicioso tío Eduardo Seymour que, acompañado de su séquito, se encargaría de gobernar por él y, además, de saquear una parte el Tesoro Real (que se había engrosado con la confiscación de los bienes eclesiásticos católicos).
Otro dato interesante es que dos hermanos de Juana acabaron su vida en el patíbulo, decapitados por sus intentos frustrados de llegar al poder. Un dato curioso es que de Juana, que había pasado brevemente por la dinastía como una figura borrosa, no quedó ni el retrato. Tanto ella como Enrique habían sido retratados por el gran pintor Hans Holbein, pero mientras el del rey aún hoy perdura y es admirado, el de Juana se quemó totalmente en un incendio de palacio. Pero se dice que, hasta nuestros días, no ha dejado de aparecer su fantasma vagando por los corredores de Hampton Court y llevando en la mano un candelero con una vela encendida.
Por suerte para Inglaterra el reinado de Eduardo VI duró muy poco y, tras su deceso, fue elegida reina la princesa María, que había sido reconocida como legítima por Enrique ante el Parlamento. A su vez, tras su reinado fue conocida por los protestantes como María la Sanguinaria


martes, 19 de julio de 2011

La Segunda Esposa de Enrique VIII: Ana Bolena


Ana Bolena (1507-1536): Cuando Enrique se enamoro de Ana Bolena ya no era aquel joven esbelto que había conocido Catalina de Aragón. Ahora, en su madurez, era un hombre robusto, casi rozando la obesidad, como se puede observar en los retratos de la época.


Enrique conoció a Ana, cuando frecuentaba la casa de los Boleyn —como amante de la hermana mayor de ésta—. Al poco tiempo, llegó a entablar una relación más frecuente cuando Ana, convertida en una bella mujercita, ocupó el cargo de dama de honor de su esposa Catalina. Es considerable destacar que antes había ocupado el mismo cargo en Francia, en el séquito de la reina Claudia, y allí había pulido sus modales cortesanos y el idioma francés (que se hablaba preferentemente en la corte inglesa).
Se estima que Enrique VIII se apasionó por la bella joven y la cortejó sin que ella accediera a sus requerimientos aduciendo que solo se le entregaría como esposa. Enrique decidido a conseguir a la esquiva joven, solicitó divorcio a su mujer, la cual se negó a concedérselo. Entonces solicitó ante la Santa Sede la anulación de su matrimonio con el pretexto de que Catalina había sido la viuda de su hermano Arturo y según la Santa Biblia no debiera haberse realizado. Pero el Papa, que no quería disgustar nada menos que al Emperador Carlos V, sobrino de la reina a la que se pretendía repudiar no cedió ante las gestiones del enviado del rey inglés.
Ante tal obstáculo, Enrique decidió deshacer las relaciones con el Papado, creando la Iglesia Anglicana, de la que se consagró jefe. El matrimonio con Ana Bolena necesitaba celebrarse cuanto antes ya que, fruto de su relación extramatrimonial, había quedado embarazada. El rey esperaba ansioso consagrar el matrimonio y obtener el deseado vástago varón. Según algunos cronistas la alianza ya había sido realizada en secreto. En este sentido, Cranmer –arzobispo de la nueva iglesia– legitimó públicamente ese matrimonio, luego de declarar la nulidad del contraído con Catalina.
Así, Ana Bolena fue coronada corno reina de Inglaterra. De esta forma se generaba una situación ambigua: cuando la nueva soberana pasaba en su carruaje por las calles, la mayoría de la gente del pueblo le profería una serie de insultos y abucheos, mientras victoreaban a Catalina, reemplazada por ella e injustamente recluida en un sombrío castillo.
Llegó así el día del esperado nacimiento que para desilusión del rey y congoja de la reina, fue una robusta niña a la que se dio el nombre de Isabel, la cual llegaría a ser una soberana superior. Detrás de este inesperado nacimiento, los lazos del reciente matrimonio se deterioraron, la ruptura final devino tras un nuevo embarazo, donde la reina dio a luz un niño muerto. La frustrada búsqueda de un heredero varón pareció “un castigo de Dios” ya que se produjo casi conjuntamente con la muerte de Catalina de Aragón. Sumado a ello, el Papa había excomulgado a Enrique y Ana.
A su vez, a la pérdida del favor del rey ante estos hechos se sumaba el nuevo “apasionamiento” del monarca por una joven dama de honor de su esposa, Juana Seymour. Por ese entonces, Enrique murmuraba que se había casado con Ana influenciado por las brujerías a las que había sido sometido. Y quizá, para librarse de sus malas artes, la hizo encerrar en la Torre de Londres, de siniestra fama.
Tras su reclusión, dio comienzo el proceso de enjuiciamiento de Ana, sustentado en causas reales o ficticias para librarse de ella. Al respecto, todavía se discute la fiabilidad de los elementos probatorios ya que tras la finalización del juicio, las pruebas y demás documentos desaparecieron y los incriminados declararon tras horrendas torturas. En cuanto a la reina, ella mantuvo firmemente su declaración de inocencia. El imponente tribunal que la juzgaba estaba presidido por el tío de la acusada, el Duque de Norfolk, y ante él fue acusada no sólo de adúltera por adjudicársele como amantes a cuatro cortesanos sino también de incesto, por supuesta relación carnal con su hermano Lord Roeford.
El tribunal condenó a todos por unanimidad y los supuestos amantes fueron decapitados un día antes que Ana –cuya cabeza cayó en el cadalso, cercenada por un hachazo–. Aún hoy corre la leyenda de que el fantasma decapitado de la reina se aparece en la capilla de San Pedro, situada en la Torre londinense.
Al día siguiente, Enrique VIII, vestido lujosamente de inmaculado blanco, se casaba con su tercera esposa, Juana Seymour. La reina inmolada fue llamada "Ana de los mil días” a causa de que ésa fue la duración de su reinado







Compositor y organista británico, considerado el padre de la música religiosa anglicana. Fue organista de la abadía de Waltham, cerca de Londres, hasta 1540. Hacia 1542 fue nombrado gentleman de la Capilla Real y sirvió a la Corona durante los reinados de Enrique VIII, Eduardo VI, María I e Isabel I. Trabajó como organista junto con su discípulo William Byrd. En 1575 la reina Isabel les concedió a ambos el monopolio de la impresión de partituras musicales. Publicaron una obra conjunta dedicada a la reina bajo el título Cantiones sacrae, que comprendía 16 motetes de Tallis y 18 de Byrd. Entre las obras más famosas de Tallis se encuentra el motete Spem in allium, para 8 coros, que muestra una considerable maestría en el uso del contrapunto al presentar primero 20 voces, a continuación otras 20 con una melodía diferente para finalmente combinar las 40 voces. También son de destacar dos composiciones de las Lamentaciones de Jeremías, que muestran la rica armonía y la disonancia expresiva características de la música religiosa inglesa de esta época, así como un primer intento de modulación, en el que comienza a utilizar la progresión armónica como forma de estructuración de grandes obras. Tallis también compuso música para órgano. Algunas partituras suyas para teclado han llegado hasta nuestros tiempos como parte de la colección denominada The Mulliner Book (c. 1560). © M.E.






Tomas Moro

Tomás Moro nació en Londres en 1478, de familia acomodada y noble, ciudad de la que sería alguacil, posteriormente. Tras la realización de sus primeros estudios pasa a formar parte del séquito del cardenal arzobispo de Canterbury Juan Morton, donde continuó su formación, profundizando en los estudios teóricos. Será, sin embargo, en Oxford en donde completará su formación intelectual, orientada hacia el estudio de los clásicos, entablando posterior amistad con otros humanistas de la época, como Erasmo, pese a que los deseos de su padre le llevaron a ejercer como jurista y magistrado en Londres.
El interés por la reflexiones políticas y morales que se ve reflejado en sus obras fue acompañado por una participación activa en la vida política de su tiempo. En 1504 es elegido miembro del Parlamento, oponiéndose al absolutismo de Enrique VII, siendo multado y encarcelado a raíz de dicha oposición, viéndose obligado a abandonar la participación activa en la vida política. Con la llegada al trono de Enrique VIII se ve rehabilitado, siendo nombrado alguacil de Londres, y participando también en algunas misiones diplomáticas; el éxito alcanzado en sus actividades le lleva a ser nombrado Lord Canciller de Inglaterra. Sin embargo, su desacuerdo con los planes de Enrique VIII, quien deseaba romper con la iglesia de Roma y consolidar su poder absoluto, le hacen caer en desgracia, siendo encarcelado en la Torre de Londres, y condenado a muerte y decapitado, finalmente, en julio de 1535.
La obra de Tomás Moro está impregnada de los ideales del humanismo, recibiendo directamente el influjo de los pensadores clásicos, pero teniendo en cuenta las condiciones históricas de su tiempo.

viernes, 8 de julio de 2011

Primera esposa de Enrique VIII: Catalina de Aragón



Catalina cuando solo tenia catorce años accedió al trono inglés, después de la muerte de su hermano que era el primogénito y de su padre. Detrás de su matrimonio con Enrique VIII se convertiría en la primera reina de la serie: la española.
Imagen: Catalina de Aragón (1485-1536)
Catalina de Aragón fue la última hija de los Reyes Católicos. Su nacimiento fue recibido con inmensa alegría por los reyes (sobre todo por Isabel, cuyas otras hijas se hallaban alejadas de los compromisos dinásticos). La rubia y rosada infantina había nacido en un suntuoso dormitorio del Palacio Arzobispal de Alcalá de Henares, magníficamente decorado, con sus muros tapizados y ornados con bellas pinturas y suntuosas colgaduras de terciopelo. Catalina había sido bautizada en la Colegiata de esa ciudad, por el ilustre Cardenal Pedro González de Mendoza.
Sus padres, luego de la toma de Granada, se habían alojado en el palacio árabe de Alcázar (una construcción maravillosa con jardines y fuentes de gran esplendor). En ese lugar vivió la mayor parte de su infancia. Fue educada por su madre, se caracterizaba por tener una inteligencia notable y fuerte carácter, que pronto se conjugarían con una figura y una prestancia

En este sentido, Enrique VII, rey de Inglaterra y primero de la dinastía de los Tudor, para protegerse de los avances de Francia y asegurar su poder real –discutido por otros pretendientes al trono–, propuso a los reyes de Castilla una alianza de protección mutua contra el enemigo común. El acuerdo establecía a la quinta hija de los reyes castellanos, la pequeña Catalina (de tres años de edad) como posible prometida de Arturo (de sólo dos años) heredero de la corona inglesa, conjuntamente con la posibilidad de celebrar nupcias cuando ambos estuvieran en edad de hacerlo.
De esta manera, la pequeña fue presentada a los embajadores ataviada con un diminuto vestido de brocado bordado en oro y ornado con gemas. Sin embargo, aunque Fernando e Isabel accedieron al compromiso, le pusieron tan alto precio (puesto que su reino era muy superior al de Enrique) que el mantenimiento del pacto peligró. Finalmente se acordó que la dote de Catalina no sería muy elevada y si el príncipe consorte moría después de la boda, su esposa debía heredar un tercio de las recaudaciones de los condados de Chester Cornwall y Gales, lo que la convertiría en una princesa de gran fortuna.
A medida que Catalina fue creciendo, también fueron acrecentándose los intentos del rey por consolidar esta alianza, llegando a ofrecerse él mismo como futuro esposo (propuesta que Isabel rotundamente rechazó). Sin embargo, el Papa Alejandro VI ante los ataques franceses contra la sede apostólica, pidió ayuda a los monarcas españoles –a los que habia entregado el titulo de Reyes Católicos–. Ante este requerimiento, los reyes consideraron crucial contar con el apoyo del rey inglés y para obtenerlo cedieron a la boda pactada.
De esta forma, en 1497 el largamente discutido acuerdo matrimonial entre Catalina de Aragón y Arturo Tudor fue finalmente firmado y confirmado por una ceremonia matrimonial celebrada en Inglaterra.
Superando los numerosos obstáculos que la reina Isabel sostenía a pesar de los acuerdos sellados, en 1501, a la edad de 15 años, Catalina debió ser enviada a Inglaterra donde Arturo (rubio y espigado príncipe) con tan sólo catorce años la estaba esperaba.
Catalina fue recibida en un primer momento con cierta sorpresa por el pueblo de Inglaterra. Se estima que su apariencia se asemejaba a la de una verdadera inglesa, quizás debido a su herencia física de su bisabuela Catalina de Lancaster. Al poco tiempo fue aclamada con entusiasmo. La aceptación del príncipe fue inmediata, sentimiento también compartido por la joven Catalina, quien pareció también sentirse complacida con su esposo.
En este sentido, a través del embajador español, Arturo envió un mensaje a los reyes católicos, expresando “que nunca había sentido mayor alegría en la vida que cuando contempló el dulce rostro de su esposa”. Y añadió que “ninguna mujer en el mundo podría resultarle más agradable”.
Incluso, hasta el mismísimo Sir Tomás Moro, el autor de la famosa “Utopía”, que se burlaba irónicamente de los españoles que formaban el séquito de la princesa, quedó impresionado ante la imagen de ésta: “Ah, pero la dama! Creed en mi palabra, encantó el corazón de todos,... posee todas las cualidades que constituyen la belleza de una jovencita encantadora. En todas partes recibe las mayores alabanzas...”
Sin embargo, esta felicidad no duraría. A los pocos meses de su matrimonio, una peste que asolaba la región atacó a ambos cónyuge: Catalina, fuerte y sana, se sobrepuso a la enfermedad, pero el débil Arturo no sobrevivió. Catalina a los 16 años se convirtió en viuda.
El debate en torno a este hecho fortuito, se establece en torno al dolor que la joven esposa transitaba ante la pérdida repentina de Arturo, que tenía hacia ella los más tiernos sentimientos, según lo expresara repetidamente. Sumado a que, retenida en la opaca corte inglesa, permanecía sin la fortuna prometida ni la devolución de su dote, quedando en triste soledad.
Enrique VII, a los fines de retenerla casi como rehén y no devolverle su dote, logró comprometerla con su otro hijo, llamado como él, Enrique, cuando contaba con sólo 11 años. Al respecto, se tramitó ante la Sede Papal una dispensa por causa del parentesco o una posible anulación del matrimonio con Arturo, pretextando que no se había consumado.
Luego de la muerte del Rey Enrique VII, su hijo tomo posesión del trono en 1509, con el nombre de Enrique VIII. A su vez, una vez obtenida la dispensa papal, Enrique, de 18 años y Catalina de 23, se unieron en matrimonio. La unión parecía ser un éxito: Enrique era un rubio y esbelto mozo del que Catalina poco tardó en enamorarse, y ella era una hermosa, culta y excelente esposa, que podría colmar todas las aspiraciones del joven soberano y que, para más, lo amaba aunque no era plenamente correspondida. Catalina, era una reina querida por el pueblo y respetada por la corte dadas sus excelentes cualidades.
Sin embargo, una sombra funesta oscureció la vida conyugal de estos reyes. A pesar de que el rey deseaba un heredero varón (con el objetivo de consolidar su trono y la dinastía Tudor), no logró obtenerlo. En seis ocasiones durante los 18 años que duró el matrimonio, solo sobrevivió una niña, a la que llamaron María, futura reina de Inglaterra y de España.
El rey llegó a considerar esta falta de descendencia masculina como un castigo divino, pensando en un posible divorcio. Los deseos de separarse de Catalina, eran motivados por la presencia de una bella joven, Ana Bolena, hermana menor de una de sus amantes, que había cautivado a Enrique.
Entonces reclamó ante las autoridades eclesiásticas, alegando que la dispensa obtenida para su unión con Catalina era inválida. Aduciendo que “ni un Papa puede conceder dispensas contrarias a las disposiciones expresas de las Sagradas Escrituras” basándose en el principio religioso que establecía: "No debes descubrir la desnudez de la mujer de tu hermano”. A tal efecto pidió al Papa Clemente VIl la anulación de su matrimonio. Pero el Papa, que no quería ofender a los Reyes Católicos, negó conceder esa anulación mientras Catalina no accediera a ella.
Con el devenir de los acontecimientos, la reina repudiada se erigió en toda su dignidad de soberana para hacer respetar sus derechos y los de su hija. Con su resistencia demostró la fortaleza de su carácter. En este sentido, Catalina no cedió a ninguno de los medios a los que se recurrió para hacerla ceder: se la alejó del palacio real, haciéndola aposentarse en lóbregas residencias; se la amenazó con un juicio y con una sentencia por traición. A todo opuso su firme convicción de que prefería la muerte a la deshonra, y de que su destino y el de su hija estaban en manos de Dios. Su intransigente actitud provocaría la ruptura de Inglaterra con el Papado y la creación de la iglesia Anglicana.
Tras años de sufrimiento, murió en esas tierras que le fueron tan inhóspitas, y en las que sería enterrada, pero dejando constancia, hasta el momento final, de que ella era la única y verdadera reina de ese país, y su hija, por tanto, la real heredera, Se dice que en las oraciones que musitara en su lecho de muerte expresaba; “Dios mío, perdónalo tú a Enrique, porque yo no puedo”. Shakespeare diría de ella: “Reina de todas las reinas y modelo de majestad femenina!"

Música Española de la época de Catalina de Aragón

    Música instrumental

Desde 1536 se edita música instrumental.

La primera gran obra es El Maestro (1536) del valenciano Luis de Milán (h.1500-1561), dedicado a Juan III de Portugal. Incluye fantasías, pavanas, tientos, villancicos, romances y obras originales en que la vihuela admite el canto.



 Pintura
Sin duda el s.XVI es el siglo de oro de las artes en España como consecuencia de un momento dulce cultural.
En el campo de la pintura, este siglo va a dar algunas de las más importantes artistas de todos los tiempos, no sólo de España, sino del arte occidental.
La pintura barroca del Siglo de Oro en España tiene una serie de características más o menos comuPredominan los temas religiosos porque es el momento de la Contrarreforma.
Los pintores españoles reciben la influencia del tenebrismo de Caravaggio en el tratamiento de la luz, aunque luego lo abandonan.
    Existe una deliberada ausencia de sensualidad en la pintura como consecuencia del periodo histórico que se vive, muy influido por el miedo a la Inquisición.
    El principal cliente de los pintores es la poderosa Iglesia de la época. (Excepto en el caso de Diego Velázquez y otros pocos pintores de la Corte).

Pintura Barroca Española de la Escuela Valenciana

Ribalta

Las características más acusadas de Ribalta son el tenebrismo, la sobriedad del gesto de los personajes y representación de los valores táctiles (diferencia en las telas, en los colores., Etc.).
Sus principales obras son:
El abrazo de Cristo a San Bernardo. En este cuadro se aprecia un fuerte tenebrismo. Ribalta emplea aquí una composición diagonal y logra reforzar los valores plásticos (los personajes parecen esculturas).
La Santa Cena. La composición se establece en una mesa circular. Se trata de una obra colorista con gran peso en las arquitecturas que rodean la escena.

José de Ribera

José de Ribera es uno de los grandes artistas de la pintura barroca española. Se formó en Valencia, pero joven marcha a Italia y se empapa de las influencias del tenebrismo de Caravaggio.
Ribera sintió predilección por pintar cuadros que mostraban las gentes sencillas de la época. Ribera destacó por su impecable y realista tratamiento de la piel y de las arrugas.




sábado, 2 de julio de 2011

Enrique VIII:



Rey de Inglaterra, perteneciente a la dinastía Tudor (Greenwich, 1491 - Westminster, 1547). Sucedió a su padre, Enrique VII, en 1509. Este príncipe culto e inteligente empleó su brillantez contra la reforma protestante lanzada por Lutero en 1520, mostrándose enérgico «defensor de la fe» católica (título que le dio el papa León X por el Tratado de los siete sacramentos que escribió en 1521).

Pero esta situación cambiaría a raíz del conflicto desatado con la Iglesia por el problema sucesorio: el primer matrimonio del rey con la viuda de su hermano, Catalina de Aragón, no le había dado herederos varones, por lo que Enrique VIII pidió al papa la anulación del matrimonio so pretexto del parentesco previo entre los cónyuges (1527); el papa, prisionero de Carlos V (que era sobrino de Catalina), negó la anulación y Enrique VIII decidió romper con Roma, aconsejado por Thomas Cranmer y Thomas Cromwell.

Para ello Enrique VIII se armó de argumentos recabando de diversas universidades europeas dictámenes favorables a su divorcio (1529); y aprovechó el descontento reinante entre el clero secular inglés por la excesiva fiscalidad papal y por la acumulación de riquezas en manos de las órdenes religiosas para hacerse reconocer jefe de la Iglesia de Inglaterra (1531).

En 1533 hizo que Cranmer (a quien había nombrado arzobispo de Canterbury) anulara su primer matrimonio y coronara reina a su amante Ana Bolena, dama de honor de Catalina, con quien se había casado en secreto. El papa Clemente VIII respondió con la excomunión del rey, a la que Enrique VIII opuso el cisma de la Iglesia de Inglaterra, aprobado por el Parlamento (Ley de Supremacía, 1534).

La Iglesia de Inglaterra quedó desligada de la obediencia de Roma y convertida en una Iglesia nacional independiente cuya cabeza era el propio rey, lo cual permitió a la Corona expropiar y vender el patrimonio de los monasterios; los católicos ingleses que permanecieron fieles a Roma fueron perseguidos como traidores (y ejecutado su principal exponente, Tomás Moro, en 1535). Sin embargo, Enrique VIII no permitió que se pusieran en entredicho los dogmas fundamentales del catolicismo (dictando los «seis artículos» de 1539); aunque no pudo evitar que, después de su muerte, Cranmer realizara la reforma de la Iglesia anglicana que la situó definitivamente en el campo del cristianismo protestante, con la introducción de elementos luteranos y calvinistas.

El segundo matrimonio del rey también acabó de forma desgraciada, pues Enrique VIII se deshizo de Ana Bolena haciéndola ejecutar acusada de adulterio para casarse con una tercera mujer, Juana Seymour (1536). Fallecida ésta de parto al año siguiente, el rey volvió a casarse con Ana de Clèves para fortalecer la alianza de Inglaterra con los protestantes alemanes (1540). La repudió antes de un año para tomar por quinta esposa a Catherine Howard, a la que mandó ejecutar en 1542. Su sexta mujer fue, desde 1543, Catherine Parr, que habría de sobrevivirle.

Al morir Enrique VIII le sucedió en el Trono su único hijo varón, Eduardo VI, nacido del matrimonio con Juana Seymour, que contaba sólo nueve años; muerto éste en 1553, se abrió un periodo de reacción católica bajo el reinado de María I, hija mayor de Enrique VIII (nacida de su matrimonio con Catalina de Aragón). Al morir ésta en 1558, ocupó el Trono otra hija de Enrique VIII, Isabel I (nacida del matrimonio con Ana Bolena).

El reinado de Enrique VIII se caracterizó por un fortalecimiento de la autoridad real, al someter por entero a la Iglesia; lo que no impidió la consolidación del Parlamento, a la vez como instrumento de la política del rey y como órgano representativo del reino. Inglaterra aumentó su protagonismo en Europa, apoyado por el crecimiento de su marina de guerra y por una política exterior dominada por la búsqueda del equilibrio entre las potencias continentales: primero luchó contra Francia aliándose con Carlos V, pero cuando le pareció que éste alcanzaba un poderío excesivo, se alió contra él al lado de Francisco I (1525). Otro capítulo importante fueron sus campañas victoriosas contra Escocia en 1512-13 y en 1542-45, que no fueron suficientes para unificar Gran Bretaña bajo su poder.


Un importante escritor de la época fue el reconocido William Shakespeare:

William Shakespeare (1564-1616) fue un escritor inglés. y uno de los más grandes dramaturgos de todos los tiempos. Escribió dramas históricos inspirados en la tradición inglesa y en la antigüedad, como Ricardo III, Enrique V, Julio César, Antonio y Cleopatra, y también comedias de intriga y tragedias como Romeo y Julieta, Hamlet y Rey Lear, entre otras.


Música renacentista inglesa
En la música del renacimiento inglés, se destaca el compositor William Byrd, quien desempeñó un papel crucial en la música de clave; otro compositor de alta relevancia es John Dowland, compositor de espléndidas y reconocidas melodías para laúd.



Miguel Ángel Buonarroti (1475 -1564)

Arquitecto, pintor y, ante todo, escultor, Miguel Ángel es el máximo exponente de la larga lista de ingenios individuales que el Renacimiento italiano alumbrará. Asimilable en sus inicios a la corriente del Cinquecento, en su magnífica obra es apreciable, casi desde los comienzos de la misma, una potente manifestación de los sentimientos que derivará en monumentales y poderosas figuras por completo manieristas (no sin motivo, se acuñará el gráfico término "terribilitá" para describirlas).



viernes, 1 de julio de 2011

La Dinastia Tudor:

Los Tudor fueron y son quizá la familia real inglesa mas famosa de la historia. En total hubo 5 reyes Tudor: Enrique VII,  Enrique VIII,  Eduardo IV, María I e Isabel I. De todos ellos el más conocido es sin duda Enrique VIII,  por la cantidad de esposas que tuvo y, María, por todo lo contrario, por no tener marido. La casa  nobiliaria de origen galés que reinó en Inglaterra de 1485 a 1603, en virtud de su vinculación a la destronada Casa de Lancaster.

Aparecieron en la corte con Owen Tudor (h. 1400-61), amante (y quizá esposo secreto) de la reina madre Catalina de Valois (viuda de Enrique V de Lancaster, rey de Inglaterra). Durante la Guerra de las Dos Rosas (1455-85), Owen luchó de parte de la Casa de Lancaster contra los pretendientes de la Casa de York y murió ejecutado por los partidarios de esta última. Pero antes había casado a su primogénito con Margarita de Lancaster, que era descendiente de Eduardo III Plantagenet.


Enrique VII:
 Enrique VII (1457-1509), el primer rey de la dinastía, nació de este matrimonio. Como heredero por vía materna de los derechos dinásticos de la Casa de Lancaster, encabezó a sus partidarios hasta derrotar y dar muerte a Ricardo III, último monarca de la Casa de York, en la batalla de Bosworth (1485). Enseguida se casó con la hija del difunto Eduardo IV (hermano y predecesor de Ricardo III), a fin de enlazar también con la Casa de York y facilitar la reconciliación.

Terminaba así la Guerra de las Dos Rosas con la instauración de esta nueva casa en el Trono inglés. Le sucedió su hijo Enrique VIII (1509-47), impulsor de la ruptura con el Papado y de la reforma protestante que creó la Iglesia de Inglaterra. Estuvo casado seis veces; y, tal como ordenó él mismo, le sucedieron sus tres hijos, que fueron los tres últimos reyes de la dinastía: Eduardo VI (1547-53), cuyo reinado estuvo dominado sucesivamente por el duque de Somerset y el de Northumberland. Su decisión de dejar el Trono a Jane Grey (una bisnieta de Enrique VII casada con un hijo de Northumberland) hizo que su hermanastra, María I (1553-58), tuviera que luchar para que se reconocieran sus derechos dinásticos. Intentó la reconciliación con la Iglesia católica y el alineamiento con los Habsburgo, a través de su casamiento con Felipe II de España.




Un contemporáneo de Enrique VII fue  Paul Hofhaimer un musico Austriaco que escribió esta obra: